LA INNOVACIÓN EN EL PROCESO DE INTERNACIONALIZACIÓN – por Pedro Lalanda

Forman parte del título que nos hemos propuesto para este artículo dos palabras que se repiten, hoy, hasta el agotamiento: no existe foro económico empresarial alguno en que no se recomienden ambas como piedra filosofal contemporánea para la solución de todos los males que aquejan a nuestras economías inmersas en profundas crisis que el común de los mortales no sabe muy bien como han llegado. Y aunque ambos términos – Innovación e Internacionalización – hayan sido convertidos en tópicos, no cabe duda de que su concepto, contenido, implicaciones y gestión resultan de una tremenda complejidad y una gran trascendencia dentro del contexto económico global en que nos encontramos. Trataremos de desentrañar, profundizando en detalle de forma rápida.

La internacionalización de la empresa, considerada como un proceso de actuación más allá de las fronteras domésticas, tal como lo definieron Welch y Loustarienen en 1988, comienza como tal en el momento en el que tiene lugar su primera exportaciónsin que sea necesario el establecimiento legal en otros países, como algunos  sostienen. De hecho, cabría considerar la cifra de exportación como una medida del grado de internacionalización de cualquier empresa, siendo su implantación en los mercados exteriores el estadio último de la misma.

Su razón de ser – su filosofía – viene determinada, de manera natural, como consecuencia lógica de la evolución de la empresa, una vez que su producción abarca el mercado nacional y comienza a producir excedentes, que, necesariamente, ha de colocar en mercados exteriores para continuar creciendo. Una situación que puede presentarse, de manera obligada,  cuando la caida del consumo en el mercado doméstico se produce de manera inesperada dando lugar a situaciones excedentarias más o menos imprevistas.

El proceso – derivado del intercambio comercial que naciera en el Neolítico con el ejercicio del trueque y fuera transformándose en la Edad Media hacia formas de Comercio Exterior propiamente dicho, con la aparición de la moneda, las divisas y las Rutas Comerciales –  evolucionaría substantivamente en los siglos XVII y XVIII, con el Mercantilismo,  que, posteriormente, sería superado por el Liberalismo Económico de Adam Smith, las teorías de David Ricardo y  Heckscher-Ohlin, o las más recientes de Krugman.  Y su desarrollo ha ido acelerándose muy significativamente durante las tres últimas décadas, al tiempo que, paralelamente, crecía en complejidad.

Llegamos así al presente, en un momento en el que el comercio mundial se mantiene en los niveles más altos de la Historia, con unos ritmos de crecimiento comprendidos entre el 4% y el 6%  y unas perspectivas difíciles de prever, como consecuencia de los avances tecnológicos, el abaratamiento de los transportes y el desarrollo exponencial de los sistemas de Información y comunicaciones que nos sitúan en unas cotas de intercambio de productos y servicios desconocidos a lo largo de la Historia de la Humanidad: estamos inmersos en la Era Digital, dentro de unos esquemas de gestión en permanente evolución que propician crecimientos exponenciales del comercio internacional de forma global.

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Fuente: WTO – Volumen mundial de exportación de mercancias.

En ese contexto, los procesos de internacionalización empresarial y sus metodologías – e, incluso, sus conceptos – van quedando obsoletos de forma rapidísima, y los modelos de gestión que parecían muy avanzados hace pocos años, basados en teorías tradicionales, forjadas en los años 70, con el modelo gradualista de Uppsala a la cabeza, empiezan a dar síntomas de cansancio como consecuencia de los cambios radicales que van experimentando las relaciones humanas y sus correspondientes modos de actuar: los esquemas están cambiando drásticamente y no hay más remedio que asumirlo si no queremos quedar arrumbados en un rincón oscuro de la Historia.

 

En tan trepidante desarrollo es imprescindible, a la vez que sencillo, reconocer el papel esencial que viene jugando la Innovación Tecnológica, que está dando lugar a una evolución espectacular en los terrenos relativos a la Información y las Comunicaciones, hasta el punto de que las consecuencias de su aplicación han  fulminado teórica y prácticamente los esquemas tradicionales en que se sustentaban los sistemas socio-económicos, inmersos ahora en un profundo cambio que, como sucede cuando comienza una nueva Era, cuesta mucho asimilar: ha finalizado la Era Industrial que se iniciara a finales del siglo XVIII y aquella Era Digital que predijera Marshall McLuhan en los años 60 está ya aquí, producto de la Innovación.

Y es ese concepto de la Innovación, que se arguye por doquier de forma sistemática, el que centra nuestra atención en el presente artículo: en cuanto a producto o servicio se refiere, no concebimos la Internacionalización sin la existencia de la ventaja competitiva que, a su vez, es prácticamente imposible sin la Innovación permanente en cuantos aspectos intervienen en el desarrollo de la aventura internacional, incluyendo el que se refiere a las metodologías y las consideraciones del propio proceso, que son las que aquí nos interesan.

Conviene en este punto resaltar que en el momento actual español – en el que las Pymes y microempresas constituyen el 99,9% del número de empresas de nuestro tejido económico español, según los datos últimos del INE – nuestras entidades públicas y privadas siguen utilizando y sustentando procedimientos de preparación, formación y aplicación que se han convertido en sistemas de gestión obsoletos, habida cuenta de su falta de adaptación a los cambios derivados de la evolución de las TICs. Los obstáculos que hacían imposible competir a las Pymes con las grandes empresas, en términos de marketing, han desaparecido en gran parte con las nuevas tecnologías, dando lugar a la aparición de fenómenos – como las empresas Born Global, por citar alguno – que rompen todos los esquemas anteriores de procedimiento para la Internacionalización.

Tales circunstancias, analizadas sistemáticamente desde los puntos de vista académico y práctico, nos obligan a considerar la urgente necesidad de innovar nuestros procesos si queremos que nuestras empresas puedan competir con éxito en los mercados exteriores. No caben ya los programas basados en las teorías gradualistas de Johanson y Vahlne de 1977, de la escuela de Uppsala, cuyos ideólogos han ido reconociendo en los últimos años la inaplicabilidad de sus teorías en la realidad de los procesos actuales.

La representación determinista característica de la racionalidad de la civilización occidental en la época moderna, que se articulaba en tres grandes postulados, espacio y tiempo absolutos y principio de causalidad estricto, tiene que ser reemplazada por una nueva racionalidad que, desde el paradigma de la complejidad, sea capaz de integrar de forma coherente y consistente azar y necesidad.

En ese sentido, y como consecuencia del modus operandi actual – especialmente de las microempresas y, muy particularmente, las de carácter tecnológico, o “start-ups”, que van consolidando fenómenos de internacionalización con una tendencia de crecimiento exponencial, como los citados anteriormente – han ido adquiriendo carta de naturaleza diversas teorías de proceso innovadoras y mucho más cercanas a la realidad de hoy, como la que sustenta Sara Sarasvathy, 2 001 con una concepción de proceso basada en la lógica “Effectuation” muy apropiada para afrontar situaciones de alto riesgo e incertidumbre y caracterizada por la asunción de estrategias emergentes, capacidad económica y alianzas estratégicas, en contraposición con el desarrollo de una lógica “Caussation” defensora del proceso de crecimiento empresarial racional y planificado en el que las oportunidades son reconocidas después de un desarrollo de investigación sistemático, extenso y dirigido hacia unos objetivos predeterminados.

En nuestra opinión, no podemos permitirnos continuar sustentando programas de inicio y desarrollo de internacionalización dilatados en el tiempo, que, a la vez, incluyen una extensión de contenidos teóricos absurdos y, por ende, obsoletos. Es preciso que nuestras empresas – en particular nuestras Pymes y Microempresas – comiencen su aventura exterior,  la mantengan, o la recomiencen, con perspectivas racionales y efectivas  a corto plazo, dentro de unos esquemas de actualidad indiscutible. Y, para ello, es necesario y urgente introducir la Innovación en esos programas de manera seria y decidida, de modo que su aplicación haga, a su vez, posible el esfuerzo innovador de los productos o servicios en los que, motu proprio, están realizando las empresas para salir a los mercados exteriores.

En esa perspectiva estamos muchos de cuantos dedicamos nuestra vocación profesional a la Internacionalización Empresarial. El desarrollo de programas verdaderamente innovadores llena nuestro tiempo y esfuerzo. Pero ese empeño y sus consecuencias debe ser comprendido por el resto de agentes indispensables: Administraciones, Entidades Públicas y Privadas, Sociedades de Garantía Recíproca, Asociaciones y Organismos Financieros, en sus áreas de apoyo y soporte de la expansión empresarial, tienen en sus manos la posibilidad de que tales programas salgan adelante en su ejecución….

Y ello es válido tanto en España como en el resto de la gran comunidad de países de  habla hispana en los que – sin ser un tópico – la Internacionalización de nuestras economías es fundamental.  De la asunción de cuanto antecede, en términos de Innovación de Procesos,  dependerá nuestro futuro económico.   Es mucho lo que todos nos jugamos en ello.

Pedro Lalanda

 CEO @ President Blue Star Commodities, S.L.

Consultant, Conference Speaker,Trainer & Lecturer

e-mail: plf@bluestarcomm.com

Blog: www.pyme-internacional.com

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Twitter: @plalanda_II